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Un asiento de reventa

COMO el desesperado Ricardo III de Shakespeare ofrecía su reino por un caballo en medio de la batalla, Zapatero ha acabado ofreciendo por su silla de Washington un reino que no es suyo, sino nuestro. Como el doctor Fausto de Goethe, ha vendido su alma ... a Sarkozy a cambio de la eterna juventud política de una foto en la Casa Blanca. La frase revelada en Le Fígaro por los ufanos asesores del presidente francés -«te daré todo lo que me pidas»- podrá no ser literal, pero deja muy pocas dudas sobre la índole genuflexa de la llamada ofensiva diplomática del Gobierno para sentarse en la mesa de los grandes del planeta. Si Aznar se apuntó literalmente a un bombardeo para salir retratado en las Azores, su sucesor ha implorado un asiento del G-20, sin derecho a bandera, en la vergonzosa taquilla de una reventa de segunda mano. Y la ha obtenido, a un precio que en su momento se sabrá, porque el arrogante napoleón francés se ha dedicado a realquilar los pases de la presidencia europea -también lo ha hecho con Holanda y hasta con Chequia- en el mercado negro de los favores de la política.

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