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Agoreros en Europa Oriental

MUY pocos ciudadanos europeos, preocupados todos con razón por su vida y hacienda, habrán reparado en que hoy se reúne en Tallin, la preciosa capital del Estonia, nada menos que la OTAN. Se trata de una reunión nada menor de la mayor alianza de democracias jamás habida, garante de las libertades en Europa. Pero con lo que está cayendo, parece casi lógico que nadie preste atención a lo que aun son solo temores de los agoreros en Europa oriental. Pues a pesar de todo, conviene observar con atención lo que sucede en una reunión política en Estonia. Es posible que, cerca de la orgullosa catedral medieval de Tallín, con sus naves adornadas con los pendones de las órdenes teutónicas que conquistaron y cristianizaron el Báltico, la Europa libre tome decisiones que pesarán mucho sobre nuestro futuro y el de nuestros hijos. De momento ya se ha anunciado que acudirá Robert Gates, el secretario de Defensa norteamericano de la administración saliente, que en condiciones normales habría estado ausente. En abril pasado, la OTAN celebró una cumbre en Bucarest en la que prevaleció la opinión de quienes piensan que no pasa nada y que nuestras preocupaciones son aplazables. Se dieron largas a las cada vez más angustiosas súplicas de Ucrania y Georgia de acogerlos como miembros. No va a haber ahora tampoco paraguas protector para Ucrania y mucho menos para Georgia. Supone problemas. Para quienes quieren seguir negociando con Rusia como si se tratara de un vecino pacífico, democrático y «normal». Y para quienes, sin intereses específicos allí, creen que la mejor política es doblegarse ante la fuerza y las amenazas, en este caso rusas, porque las libertades de los demás no son problema propio. El Gobierno español, quién iba a dudarlo, está entre éstos. Si desprecia las libertades y los derechos humanos de los cubanos por qué iba a valorar los de los ucranianos. Pero los adalides del apaciguamiento tendrán que escuchar palabras muy claras en Tallin, capital de un país que sabe muy bien lo que es una ocupación extranjera bárbara. Los países bálticos, ex repúblicas soviéticas, y los antiguos miembros del Pacto de Varsovia, son conscientes de que la concesión del derecho de veto al Kremlin de Putin y su prohijado Medvedev, supone una amenaza a sus propia seguridad, integridad e independencia. Ellos lograron entrar en la OTAN cuando en Rusia aun no se había resuelto el dilema entre democracia e imperio. Pero saben que sin una posición de fuerza de la OTAN hoy, mañana Moscú intentará imponerles su voluntad e intereses. Aunque exista una carta de la OTAN que decreta que la agresión a un miembro es la agresión a todos, nadie se cree que los susodichos apaciguadores europeos vayan a cumplirla. Todos sospechan que la respuesta a una operación rusa contra cualquier país báltico con las mismas excusas utilizadas este verano contra Georgia, recibiría respuesta similar, es decir ninguna.

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