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El hombre que no es

¿EN concepto de qué va a ir Zapatero a Washington, si es que acepta una de las dos invitaciones que ha recibido Sarkozy? Porque si va como presidente de turno de la Unión Europea, tendrá que actuar como tal, lo que no le corresponde. Pero si va como presidente de la República Francesa tendrá que representar a Francia, lo que le corresponde aún menos. Un buen lío, aunque sólo sea de protocolo. Pero es lo que suele ocurrir con los tramposos: que cuantas más trampas hacen, en mayores trampas se meten.

Zapatero se pasó todo su primer mandato pasando olímpicamente de la política internacional, apostando por los candidatos perdedores en ella, dedicándose a negociar con ETA, a agrietar España con estatutos de soberanía y a convencer a los españoles de que teníamos la economía más floreciente del mundo, por lo que no debíamos preocuparnos más que de gozar de la vida. Sólo cuando la crisis económica que ha negado durante un año se hizo imparable e innegable se ha lanzado como un poseso a la escena internacional, recorriendo el mundo de punta a punta y moviendo Roma con Santiago, léase Bruselas, Washington, Pekín y hasta San Salvador, para asistir a la conferencia que el próximo día 15 tendrá lugar en la capital norteamericana. Todo, para borrar su etapa anterior, para disimular que se equivocó en sus planteamientos, para ocultar que la Alianza de Civilizaciones y otras zarandajas nos habían excluido de los grandes centros de decisión y, a la postre, para hacer que hace, que es lo único que sabe hacer, aunque eso lo hace estupendamente, y perdonen el trabalenguas.

A base de mendigar y hacer kilómetros, le ofrecen en Washington una silla que no le pertenece, si bien el anfitrión tiene que dar su visto bueno, lo que no es seguro. Aunque, miren ustedes por dónde, ya tenemos la mejor metáfora de nuestro presidente. José Luis Rodríguez Zapatero es el hombre que no es. Representando una república que no es la suya, presidiendo una nación en la que no cree, inventando una alianza que no existe, liderando un partido convertido en partida, intentando sobrevivir a base de engañar a extranjeros y compatriotas con mentiras cada vez más gordas y trazos cada vez más gruesos. Esta ida suya a Washington, que aún no sabemos cómo acabará, es el equivalente diplomático de la guerra de Gila: «¿Está preparada la silla? Sí, pero tendrá usted que hablar francés», pueden contestar de la Casa Blanca. Menos mal que el mundo está demasiado preocupado por la crisis económica para ocuparse de los lances cómicos, porque seríamos su hazmerreír.

Pero esto es lo que hay. Y lo que hemos elegido. O sea, lo que nos merecemos. Y lo amplío a todos los españoles, no sólo a los que han votado a Zapatero. Algo hemos hecho mal todos, empezando por la oposición, para llegar a situaciones humillantes como ésta. Y algo debe fallar en el fondo de nosotros para que no nos sonrojemos.

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