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Izquierda de caviar y butifarra

Izquierda de caviar y butifarra
POR BLANCA TORQUEMADA
MADRID. Por vecindad, lo más parecido a la «gauche divine» francesa que ha habido en España se dio precisamente en Cataluña, en una etapa ya completamente sepultada por el avance a coces de esa otra izquierda butifarrera, la que escandaliza estos días a la opinión pública a bordo de berlina oficial «tuneada» y con escabel.
En un tiempo ya casi olvidado que expiró mediados los 90, la progresía catalana era otra: refinada, exquisita, discretamente viscontiana y, a menudo, adinerada. «Izquierda caviar» palmariamente inconsecuente con sus ideales de igualdad y austeridad, pero, al menos, ilustrada. Cada verano se dejaba mecer por el suave oleaje de la Costa Brava en el legendario «suquet» del cineasta y diputado de IC Pere Portabella, una cita ineludible en la que, al calor de una sabrosa sopa de pescado (el «suquet de peix»), se convocaba a lo más granado de la política, de la empresa y de la sociedad. Nadie faltaba.
Pompa y oropel
Ahora es otra cosa, porque la inmensa mayoría de los parlamentarios del «nuevo régimen» catalanista de izquierdas no conoce más opulencia que la del Presupuesto. El propio «president» Montilla encarna esas nuevas maneras con un sueldazo (169.446 euros anuales) que casi duplica el de José Luis Rodríguez Zapatero y con el gesto, muy ilustrativo, de escolarizar a sus trillizos en el Colegio Alemán de Barcelona, privado y sin la dictadura de la «inmersión» en catalán.
Mientras, sus socios independentistas de ERC no desaprovechan la bicoca. A Ernest Benach, el presidente del «Parlament», republicano e independentista, le ha pillado ABC en falta con el caro «tuneo» de su A-8 limusina valorado en 110.000 euros y perteneciente a la flota de 95 vehículos oficiales de la Generalitat. Los «extras» encargados para el «buga» (televisión, reposapiés y mesa-escritorio) salieron por un «pico» de veinte mil euros, como se denunció en estas mismas páginas.
Una revelación con tanta «pegada» (nada más irritante para el ciudadano que las ostentaciones obscenas con cargo al erario público), que Benach ha tenido que renunciar a las mejoras de su coche, no sin aliñar las explicaciones sobre su decisión con manido victimismo. Al tiempo, crece el estupor por los datos, escrutados por ABC, que se van escapando de la olla a presión del Palacio de Sant Jaume, donde el «vicepresident» Josep Lluís Carod Rovira se beneficia de 21.000 euros al año para desplazamientos, a pesar de que ya disfruta, aparte, de su coche oficial con chófer. Así que el presidente de ERC, Joan Puigcercòs, ha tenido que buscar una «solución» urgente y, sobre todo, «patriótica» para salvar la cara (y qué cara) al partido y al «Govern»: decretar un «cordón sanitario» para aislar a los medios de comunicación (por supuesto, aviesos y centralistas) que denuncian los despilfarros.
Este tipo de excesos, que en los últimos años han venido oscilando entre lo cutre, lo pretencioso y lo fanfarrón («porque yo lo valgo»), son recibidos por los ciudadanos como una patada en la espinilla y, a veces, encienden más la mecha de la indignación popular que las grandes malversaciones de fondos públicos, tan intrincadas. Ya se comprobó hace años cuando quien fue presidente del Gobierno de Aragón, el socialista José Marco, terminó condenado por llevarse a su casa un sillón de cuero de su despacho oficial, «trinque» valorado en 78.000 mil pesetas.
Caprichos de Moncloa
Los lujos injustificados, por menudos que sean, resultan corrosivos para la imagen de los políticos, singularmente para los de izquierdas por la razón obvia de los enunciados de su ideario. Por eso a la cohorte de asesores del presidente del Gobierno no les gusta (de hecho, es lo que más les irrita) que se hurgue en el gasto público de usufructo privado que generan José Luis Rodríguez Zapatero y su familia. Ya sea en viajes a Oviedo (por una ópera), desplazamientos a Londres (de compras) o en la remodelación de la residencia real de La Mareta (271.000 euros) o de la piscina de Moncloa.
Otro flanco débil (no menor) han sido en estos últimos años cuestiones de «fachada» como el asesoramiento de imagen que brinda a Sonsoles Espinosa la elitista peletera Elena Benarroch o el posado de las ministras para el «Vogue», el espectáculo más afectado y relamido (además de machista en su pretendido feminismo) que desde 2004 ha deparado el socialismo gobernante.
Desmadre en taifas
Pero ahora el material altamente combustible de los despilfarros suntuosos se ha diseminado y se ha multiplicado por diecisiete (o casi) por un creciente despendole autonómico en el que nadie (ni PSOE ni PP) está libre de culpa. Gobiernitos que, con más o menos ínfulas identitarias, tienden a disfrazar el crecimiento incontrolado de prebendas, gabelas y pesebres como inversiones para reforzar la capacidad de influencia de su taifa. Así, gracias a la batería de denuncias de ABC, se está haciendo recuento de la bulímica proliferación de fundaciones públicas en todas las Comunidades, pero sobre todo (y llamativamente) en la «Galiza progresista» del bipartito PSOE-BNG, donde hay ya 130 organismos, empresas y consorcios sostenidos por la Xunta. Todo ello aliñado con el lujosísimo Audi que gasta el jefe del Ejecutivo gallego, Emilio Pérez Touriño, o con la reciente reforma de su despacho y dependencias anexas, evaluada en dos millones de euros.
Un sarpullido generalizado, en suma, que mina el pretendido compromiso social de la izquierda en tiempos de crisis. Y eso que el «tuneador» Ernest Benach (también conocido como el «jardinero» por el trabajo que desempeñó en el Ayuntamiento de Reus) siempre ha presumido de observancia del decoro en el gasto. Cuando en 1996 participó en la defenestración de Ángel Colom de la dirección de ERC, le acusó de despilfarro y de llevar «un ritmo de vida muy alegre». Como él ahora. En su caso, «el ritmo del garaje».