Heridas de Guerra Civil
Las heridas de una guerra civil nunca cicatrizan. Ni siquiera en Estados Unidos, por más películas, novelas e investigaciones que hayan estudiado la complejidad de aquella escabechina.
Pero al menos en ese país a nadie se le pasa por la imaginación utilizar en el debate político la circunstancia de que la línea fronteriza entre los estados favorables a McCain y los que se inclinan por Obama se parece bastante a la que dividía a los confederados del sur y los unionistas del norte durante su guerra civil.
Todavía hoy la colocación de una estatua de Lincoln en Richmond (Virginia) desata las iras de parte de la población que le consideran un opresor. Esa guerra, como todas las guerras civiles, ni ha cicatrizado ni quizás llegue a cicatrizar nunca. Aún no han cicatrizado los turbios episodios de la Italia fascista, que tanto tuvieron de guerra civil, ni las dolientes brumas en las que aún se envuelve la historia de resistentes y colaboracionistas en la Francia ocupada por Hitler, ni la tácita pasividad de Austria cuando fue anexionada por la Alemania nazi.
Pero los países que alcanzan una cierta madurez intentan huir de la tentación de proyectar los mitos del presente en la memoria del pasado. Hay países sensatos que saben que la historia es un peligroso artefacto explosivo que conviene dejar a los profesionales.
Hay países insensatos, como la antigua Yugoslavia, que convirtió una controversia sobre su historia en una salvaje guerra que aún no ha cicatrizado. Y entre unos y otros, hay países en los que se cree con toda naturalidad que el juicio de la historia le corresponde a un juez. Vamos, que cuando Franco dijo que le juzgaría la Historia, ahora dicen que debió decir: «Ya me juzgará el juez Garzón».
A nosotros, que tanto nos gusta dar lecciones de sofisticación ante la ingenua simpleza norteamericana, igual nos convendría aprender cómo Obama y McCain, demócratas y republicanos, progresía y carcundia de EE.UU. están de acuerdo en que ni el debate político debe ser una prolongación de la guerra civil por otros medios. Ni las heridas del pasado deben servir para cimentar nuestros mitos particulares.
Alberto
Sotillo
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