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La banca española reivindica su solvencia pese a la falta puntual de liquidez

La ilimitada liquidez que hubo en el mercado financiero internacional entre los años 2002 y 2005 dio lugar a todo tipo de excesos. Endeudamientos escandalosos por parte de empresas y consumidores y permisibilidad absoluta o falta de un control riguroso de riesgos por parte de las entidades de crédito. Y para que la bola de nieve siguiera rodando se establecieron complejos vehículos financieros imparables, confusos y apocalípticos. Originaron el «Big Bang» de las hipotecas «subprime» en Estados Unidos, y sus efectos «tóxicos» contaminaron el sistema financiero mundial.

Entre todos mataron la liquidez y ella sola se murió. El grifo del dinero se cerró. Los bancos dejaron de prestarse dinero entre sí por miedo a contagiarse, y el efecto dominó los está haciendo caer en cadena.

Sólo los que se venían vacunando desde los años 90, como la banca española, sobreviven. Por su tipo de negocio, la llamada banca minorista, tan denostada por las grandes entidades de inversión de EE.UU., de las que ahora sólo sobreviven de forma independiente dos, Goldman Sachs y Morgan Stanley.

Sucursales a pie de calle

Mientras esa gran banca estadounidense sentaba cátedra con sus pirámides de negocio envenenadas, los bancos y cajas españoles seguían con sus sucursales a pie de calle. Captando cliente a cliente. Vendiéndoles atractivos depósitos e hipotecas baratas. Eso sí, con la garantía no sólo del bien hipotecado, sino con la de todo el patrimonio del cliente. No como en EE.UU., donde valía con la simple promesa de pagar del que tomaba la hipoteca. Incluso aunque hubiera sido moroso previamente.

La banca española sólo se vio afectada por las hipotecas «subprime» en un 0,03% de los activos totales, según el Banco de España. Aquí ha habido excesos de otro tipo y a un nivel infinitamente inferior. Hubo entidades que no se limitaron a prestar un máximo del 80% del valor del bien hipotecado, como es lo recomendable, sino hasta el 120%. Pero la media se ha mantenido en un 60%.

El peor de los males de la banca española está en los promotores, que contagiados por la fiebre del «boom» inmobiliario no pusieron límites a su ambición. Se endeudaron hasta lo inimaginable y ahora se dan codazos entre ellos para ponerse a la cola de los bancos para refinanciar sus deudas. Esa es la principal lacra de la banca española. La morosidad de las hipotecas familiares sigue siendo mínima. El único problema, en ese sentido, está en que el paro se dispare de forma desproporcionada. De lo contrario, la casa es lo último que se deja de pagar.

No obstante, la morosidad total en las cajas ya está en el 2,9%, y prevén que en 2009 su tasa media se eleve hasta un 5,5%. Habrá tasas más altas para las más expuestas al sector inmobiliario y, puede que alguna tenga que ser absorbida por las dificultades, pero de ahí a desaparecer hay mucho trecho. La Administración correspondiente no lo permitirá.

No obstante, para evitar este peligro, la banca española ha tenido un vigilante implacable, el Banco de España, que ha mantenido a rajatabla a las entidades. A cada crédito concedido, su provisión correspondiente.

Según las estadísticas del Banco de España, en agosto pasado había créditos dudosos en todo el sistema financiero español por valor de 46.125 millones de euros y las provisiones realizadas alcanzaban los 40.195 millones. Es decir, una cobertura del 87,14%, frente a una media europea del 60%.

Los bancos son los que más provisiones tienen, 16.983 millones frente a 15.956 millones de cobros dudosos, con una cobertura del 106,4%. Y en las cajas de ahorros los créditos de dudoso cobro suman 25.467 millones y sus provisiones son de 18.740 millones, su grado de cobertura es del 73,5%.

El gran peligro de cualquier entidad del mundo, aunque sea la mejor gestionada y tenga unos ratios inmejorables, es que una alarma social injustificada provoque la retirada de dinero en masa de los ahorradores. Eso no lo podría parar nadie, salvo una nacionalización de la entidad. Y en España no hay motivos de ningún tipo para que ocurra algo así, sobre todo después de las medidas tomadas en cuanto al fondo creado por el Gobierno de 50.000 millones y los avales de hasta 100.000 millones otorgados por el Estado para que nuestras entidades obtengan liquidez.

Ahora bien, el gran reto de la banca española está en lograr la financiación necesaria para mantener sus volúmenes de negocio. Es de esperar que el mercado interbancario se recupere con las medidas pactadas en la UE y que se restablezca la normalidad. De lo contrario, la liquidez sólo la puede conseguir a través de los depósitos de sus clientes o vendiendo participaciones industriales.

Si no hay liquidez, la banca cerrará totalmente el grifo de los créditos y la economía se paralizará.

Actualmente, las cajas de ahorros obtienen a través de los depósitos el 86% del dinero que prestan, mientras que los bancos consiguen por esa vía el 66%. El resto del dinero tienen que obtenerlo del BCE, que lo estaba prestando ya a tipos cercanos al 5%. Ahora existe la posibilidad de acudir a una supuesta liquidez ilimitada a un tipo fijo del 3,75%, si bien cumpliendo unas exigencias máximas de calificación.

La solvencia es otra de las grandes fortalezas de la banca española para evitar que haya quiebras. La normativa actual exige un coeficiente de solvencia total del 8%, es decir, un capital de 8 euros por cada 100 euros de créditos que se conceden. El de la banca española se situó en el 10,6% el pasado año.

Pero el que realmente se valora en el mercado es el «core capital» o coeficiente de solvencia básico, denominado Tier 1, y que figura en las recomendaciones sobre la legislación y regulación bancaria emitidas por el comité de supervisión bancaria de Basilea. Su objeto es establecer los requerimientos de capital necesarios para asegurar la protección de las entidades frente a los riesgos financieros y operativos.

El «core capital» lo componen el capital, las reservas y el beneficio del año no distribuido en dividendos. Es decir, los recursos propios de la entidad. Si el «core capital» se sitúa por debajo del 6%, el mercado lo penaliza. A finales del ejercicio 2007, ese indicador se situó en el 7,5% para todo el sistema financiero español, y el de las cajas de ahorros era incluso más elevado, un 7,7%.

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