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La guerra de los Rose

POR J. A.

MADRID. Desde que allá por los años noventa Baltasar Garzón y Javier Zaragoza trabajaran codo con codo en la «operación Nécora» contra los capos gallegos de la droga, la relación entre ambos había superado el ámbito judicial hasta alcanzar la amistad personal. A partir de entonces, ambos trabajaron juntos sobre muchos casos y siempre había existido entre ellos una complicidad total. Sin embargo, hace unos meses, cuando ya había pasado tiempo desde que Zaragoza accediera a la jefatura de la Fiscalía de la Audiencia Nacional, comenzaron a surgir las primeras divergencias con motivo de algún sumario relacionado con la lucha contra ETA, si bien por entonces las cosas no superaron lo que eran simples diferencias de criterio.

Con el auto por el que Garzón se declaró competente para investigar los crímenes del franquismo, algo a lo que la Fiscalía se había opuesto desde el primer momento, se desató la batalla definitiva. El pasado lunes, Javier Zaragoza se saltaba el trámite de presentar un recurso de reforma ante el juez y por primera vez utilizaba un artículo de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para pedir que sea la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional la que decida directamente si Garzón es o no competente para instruir este procedimiento. En el recurso de apelación, de una dureza sin precedentes, el fiscal jefe esgrimía unos argumentos que situaban la actuación de su antiguo amigo en los límites de la prevaricación.

Ayer, Garzón se tomó la revancha y acusó a Zaragoza de interpretar la ley conforme a su interés particular. Lo dicho: «La guerra de los Rose».

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