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«Hemos dejado de creer en los Bancos como los niños en las hadas»

«Hemos dejado de creer en los Bancos como los niños en las hadas»

Margaret Atwood creció con George Orwell. A los nueve años leyó «Rebelión en la Granja» pensando que era un libro de animalitos que hablaban. Devoró las aventuras de Napoleón y Bola de Nieve, los cerdos inteligentes y egoístas; de Boxer, el caballo noble pero bruto, y de las ovejas que repetían panfletos, pero eran fácilmente manipuladas. Quedó horrorizada. Lo que más le afectó fue que los cerdos fuesen tan injustos, y lloró hasta la extenuación cuando el caballo Boxer tuvo un accidente y fue convertido en comida para perros. A Orwell le guarda angustia y agradecimiento por alertarle de las banderas de peligro a las que está atenta.

-Hoy la Rebelión en la Granja, donde cohabitan mentiras instigadoras, se ha trasladado a la Banca. ¿Ya no cree usted en las hadas?

-Cuando dejamos de ser niños nos dicen que las hadas no existen, pero los Bancos sí. De hecho, ambos tienen más o menos el mismo nivel de realidad. Existen siempre y cuando uno crea en ellos, y acabamos de ser testigos de un momento en el que, como niños en las hadas, hemos dejado de creer en los Bancos. La gente ha dejado de creer en el sistema, y el sistema se ha colapsado. Cualquier relación de deuda o crédito (se trate de dinero o no, porque hay muchas deudas que no son monetarias) existe sobre la base de la confianza y el juego limpio. Cuando no existen o hay reglas injustas, tarde o temprano el sistema se va a deteriorar y se va a estropear.

-¿Tiene fe en la humanidad?

-Sabemos que hace mucho, mucho tiempo los seres humanos sobre el planeta pasaron por un cuello de botella muy estrecho. Se redujeron sus números, pero lograron pasar. Somos muy impeditivos, creativos y nos adaptamos con gran facilidad. Hoy se nos pueden ocurrir maneras de resolver los problemas si los tomamos en serio. Y estamos a punto.

-¿Ya no cree en las utopías?

-Nosotros sacrificamos las utopías en el momento de la Primera Guerra Mundial. No se ha escrito ninguna utopía seria de futuros halagüeños desde entonces. Hemos perdido nuestra fe en la sociedad. Hubo dos, tres, cuatro, cinco intentos en el mundo real de poner en marcha este tipo de sociedad, pero siempre hacía falta «arreglar algunas cositas», como se decía, que no era otra cosa que «matar a muchas personas». Y nos desenamoramos de las utopías, y ningún mundo perfecto surgió de aquello. Me siento muy suspicaz con respecto a las utopías. Yo no confío en los que amenazan: «Voy a lograr que el mundo sea un lugar perfecto, pero hay que matar a todas estas personas».

-¿Qué opina de que se juzgue en estos momentos la Guerra Civil y el franquismo?

-Quizás ya sea un poco tarde para investigar y juzgar las muertes de la Guerra Civil española, porque la mayoría de las personas que participaron ya están muertas. El genocidio se refiere a un conjunto de actividades encaminadas a un grupo distinto en términos lingüísticos y culturales, por lo que no es un término del todo adecuado para referirse a lo ocurrido en la Guerra Civil española, Los españoles luchaban entre sí, sin diferencias a no ser por su ideología política.

- ¿Se imaginaba distopías tan oscuras como las crisis económica y medioambiental de hoy?

-Hay una interrelación. No he sido la única persona que vio que existía una burbuja y que se iba a romper. Pero el cuándo y la magnitud de este reventón los desconocía.

-Acaba de salir su libro «Payback», que trata el tema de la deuda y cómo funcionan las relaciones entre seres humanos.

-¡Horrenda coincidencia!

-¿Coincidimos hacia el abismo?

-La economía guarda una relación muy íntima con los seres humanos. No existe fuera de ellos. Es una invención del ser humano, y el dinero es una construcción imaginaria.

-El premio Príncipe de Asturias de las Letras se le concede por su imaginación aguda, ironía, y la denuncia de las injusticias sociales. ¿Cree en el compromiso?

-Creo que me lo han dado más bien por ser vieja. ¿No es así? Pero no, los escritores tienen que hacer aquello que su talento les permita. Los hay con talento para la lírica, otros para describir las interacciones humanas y personales en un grupo reducido de seres... A los escritores no se les puede decir lo que han de hacer. Algunos van a denunciar la injusticia social y otros no, pero seguiremos escribiendo libros muy buenos.

-¿De qué bola de cristal saca tanta clarividencia para adelantarse a las grandes catástrofes?

-La guardo en el mismo lugar que mi vanidad. No tengo esa bolita, ni nadie. Se pueden examinar las tendencias, los patrones, la historia, la naturaleza humana y llegar a estimaciones educadas, calculadas.

-¿Cómo renunciar a la libertad en nombre de la libertad?

-No, no, siempre es mala jugada, se trata de un delirio. Existen momentos de crisis: por ejemplo, si un país está sufriendo una invasión de otro habrá que tomar unas medidas de emergencia si se quiere impedir esa invasión. Pero a lo que se refiere usted son a los acontecimientos de Estados Unidos, con toda probabilidad. ¿no?.

-Y...

-En los cuales hicieron una interpretación de la Constitución bastante pobre. Esta nueva lectura redujo en teoría las libertades individuales y yo lo encuentro muy peligroso. A la postre acaba por aplicarse a uno mismo. Suele ser una receta para la corrupción y el robo, para la delincuencia.

-En catorce días se decide el nuevo amo del mundo. Como vecina del cuarto de arriba. Obama-McCain: ¿a cuál le faltan «rarezas» para ser interesante?

-Depende de lo que se quiera decir con interesante. En China es una maldición que vivas tiempos interesantes. ¿Quién tiene mayores probabilidades para restaurar la imagen de EE.UU. a nivel internacional para bien? No cabe duda: Obama lo va a hacer de maravilla. Para la imagen de EE.UU., que ha sufrido y se ha disminuido muchísimo. ¿Quién está en mejor lugar para sacar a EE.UU. del pufo de deuda en el que se encuentra? No lo sé, pero sea quien sea tendrá que tener la capacidad de inspirar a la gente en los momentos difíciles. Hay muchas personas que se han reído de la «labia», digamos, del señor Obama, pero es un don, como vimos con Churchill en la II Guerra Mundial.

- ¿Está de acuerdo con el pope Harold Bloom que la canonizó?

-Por supuesto que no. Los canadienses nunca estamos de acuerdo con cosas así. A los canadienses no les gusta que uno se tome demasiado en serio. Si uno se infla mucho te pinchan.

-Y la vanidad, ¿dónde queda?

-La mantengo en secreto.

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