CLÁSICA
«Ariadne auf Naxos». R. Strauss. Int.: A. Pieczonka, V. Farcas, K. F. Vogt, M. Breedt, K. Jarnot, P. Bronder. Dir. Escena: U. E. Laufenberg. Dir. Musical: S. A. Reck. Temporada ABAO. Palacio Euskalduna. Bilbao. 18 de octubre.
COSME MARINA
Segundo título de la temporada de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera y éxito rotundo en una magnífica propuesta en torno a la deliciosa «Ariadne auf Naxos» de Richard Strauss, título emblemático para la entidad bilbaína pues cerró la historia de la misma en el Coliseo Albia antes del traslado al Euskalduna. Aquella Ariadna fue antológica y esta nueva entrega no se quedó atrás, articulada sobre un reparto extraordinario, una dirección musical rotunda y experta y una propuesta escénica original, peculiar en su concepto un tanto naïf de la historia straussiana. Dos voces ostentaron la primacía a través de un canto egregio, de élite. Adrianne Pieczonka fue, en este sentido, una Prima Donna/Ariadne de ensueño. Voz hermosa, de timbre aterciopelado e intensidad turbadora, construyó su personaje con una elegancia mayúscula secundada por un Klaus Florian Vogt en estado de gracia. Ellos dos llevaron a cotas sublimes el tramo final de la ópera con un canto noble, casi elegiaco, demostrando que cantar con refinamiento y exquisitez es una ambición plausible y legítima.
También a muy alto nivel funcionó la Zerbinetta de Valentina Farcas, en un papel que permite lucimiento y del que la soprano rumana sacó buen partido. Perfecta, Michelle Breedt como el compositor y adecuadísimos en sus cometidos, Konrad Jarnot, Peter Bronder y el resto del extenso elenco.
Musicalmente, la función se movió por parámetros de excelencia con una dirección musical de Stefan Anton Reck, que cuidó el matiz y que pulió cada pasaje con adecuación formal al frente de la que es una de las mejores orquestas de cámara de Europa, la de Basilea. La producción, procedente del Liceo y firmada por Uwe Eric Laufenberg, deriva la trama conceptualmente al mundo de la «belle époque» en una mirada que, en ocasiones, juega con el absurdo a través de un trazo escenográfico elegante y sucinto. Una velada en la que todo se alió para conseguir una gran noche de ópera.