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El auto de Garzón

LA causa general contra el franquismo abierta por el juez Garzón nos permite ilustrar un fenómeno muy propio de nuestra época, al que ya nos hemos referido en numerosas ocasiones. Se trata del sometimiento del Derecho a conveniencias coyunturales, de la sustitución de la lógica ... jurídica por un conglomerado de mecanismos emotivos que apuntalan una determinada concepción ideológica de la realidad. El auto de Garzón está plagado de inconsistencias lógicas que provocan el repudio de cualquier persona mínimamente instruida. Así, por ejemplo, en algún pasaje de dicho auto se reconoce que también los vencidos perpetraron «actos violentos execrables, masacres y violaciones»; pero se justifica que tales actos no sean ahora incluidos en esta causa porque los vencedores ya se encargaron en su día de «hacer justicia». Tal vez esta argumentación cuele en un debate televisivo, entre exabruptos voncingleros y salidas de pata de banco, pero en términos jurídicos se nos antoja inadmisible. En primer lugar, resulta notorio que muchos crímenes execrables perpetrados por los vencidos durante la Guerra Civil han quedado impunes; en segundo lugar, resulta más notorio aún que no se podría dar por buena la justicia impartida por un régimen político al que se está acusando al mismo tiempo de cometer «crímenes contra la humanidad». Se trata de un contrasentido flagrante; o de algo mucho más perverso: pues para que hubiera contrasentido, se requeriría el concurso de dos sentidos encontrados. Aquí sólo hay sinsentido enmascarado de emotividad.

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