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El método

CLÁSICA
Temporada ORTVE. Carlos Cruz de Castro: «Concierto para guitarra y orquesta». Int.: María Esther Guzmán, guitarra. Orquesta de Radiotelevisión Española. Dir.: Adrian Leaper. Lugar: Teatro Monumental. Fecha: 16-X
ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE
El compositor Carlos Cruz de Castro es concienzudo, perseverante... sincero. Lo sabe cualquier viejo aficionado madrileño, pues hace ya treinta cinco años que se presentó en sociedad proponiendo algunas «locuras» musicales. Hoy, con la perspectiva que el tiempo proporciona, aquellas músicas gráficas, aleatorias, abiertas, representables han terminado por sintetizarse en una suerte de embaucadora insistencia. La transparencia del procedimiento informa del gusto por la simetría, la repetición, el motivo cerrado en una suerte de pregunta y respuesta, su sutil variación como forma de desarrollo, la progresión como método de transición, la acumulación tímbrica que ensambla la orquesta, la claridad de la formulación rítmica, la transparencia armónica. La sensación es que Cruz de Castro busca la fórmula de la música y mientras esta llega en su más sencilla expresión apura el estilo dando forma a un catálogo de obras que visto en general abunda en la coherencia de su pensamiento.
El método es el cimiento de la obra de Cruz de Castro, no hay duda, pero, con ser curioso y personal, tiene más interés el barniz artístico con el que se presenta. Lo ha demostrado el reciente estreno del «Concierto para guitarra y orquesta» interpretado por María Esther Guzmán y la Orquesta de RTVE, dirigida por su titular Adrian Leaper. Música abstracta y ambiciosa en su configuración formal pero en la que se palpa la experiencia tal y como evidencia el equilibrio logrado entre el solista y la amplia orquesta. A pesar del importante aparato de percusión manejado, otra de las singularidades de estilo de Cruz de Castro y uno de los grandes atractivos de esta obra. Pero hay otros muchos proporcionados por la originalidad de muchos recursos tímbricos (sirva como ejemplo el arranque del segundo movimiento, rasgueos de guitarra, acompañados de percusión y glisando de timbales), la serenidad de fondo, la madurez del resultado en una suerte de sinfonía concertante en la que todo se contagia y que con la misma buena voluntad y elegancia alcanza al espectador.