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«¡Bastardos, aún estoy vivo!»

«¡Bastardos, aún estoy vivo!»

La realidad por la que está pasando el escritor y periodista italiano Roberto Saviano, autor de «Gomorra», no es la única en Italia. Los periodistas en este país han sufrido y sufren la amenaza de la mafia en todas sus variantes -camorra en Campania, ´Ndrangheta en Calabria y Cosa Nostra en Sicilia. Para los periodistas se ha convertido en algo cotidiano recibir cartas con balas en su interior que en el lenguaje de la mafia viene a decir: «La próxima es para tí».

Hace tres décadas, el 10 de mayo de 1978, era asesinado en Sicilia Giuseppe Impastato, un joven de apenas treinta años que, a través de una radio local, Radio Aut, denunciaba el poder de la mafia. Impastato era incómodo, lo mejor era eliminarlo, y así fue.

Al leer las amenazas contra Saviano y su intención de abandonar Italia, cansado de estar condenado a «vivir como un leproso, un recluso», como él mismo señaló, viene a la mente la vida de Impastato y la de tantas otras personas que lucharon y luchan contra la criminalidad organizada a través del mundo de la información.

Desde 1960 hasta hoy, han sido asesinados nueve periodistas, la mayoría de ellos a manos de Cosa Nostra. El 5 de mayo de 1960, a la edad de veinticuatro años, apareció asesinado Cosimo Cristina, colaborador de «L´Ora» de Palermo. Su «su suicidio» -así se archivó en un principio el caso- se convirtió en un símbolo para el mundo del periodismo. A él le siguieron nombres como el del periodista de investigación Mauro de Mauro, Giovanni Spampinato y Mario Francese. Éste último, el primer periodista que denunció el poder de la familia Corleone de Toto Riina, fue asesinado en Palermo en 1979.

En los ochenta

Ya en la década de los años ochenta, fueron tres los periodistas asesinados: Giuseppe Fava; Giancarlo Siani, asesinado por la camorra con tan sólo veintiséis años, y Mauro Rostagno. El último periodista asesinado por la mafia fue Beppe Alfano, del periódico «La Sicilia», asesinado en 1993 por publicar datos sobre concesiones públicas a la mafia.

En comparación con el número de muertos a causa de la mafia en general, los periodistas representan una mínima parte, pero son muchos los que viven bajo la amenaza, al igual que ocurre con políticos, policías y empresarios.

El Barrio Español

Pero sin duda la más despiadada de las mafias es la camorra, que en los últimos años ha asumido un poder que no se limita a Italia, sino que sale fuera de sus fronteras. El poder de la camorra se ve, como si uno entrara en una película de «El Padrino», en las calles del Barrio Español de Nápoles. Las calles son estrechas, sólo cabe un coche en una dirección, pero si te viene de frente un motorista sin casco, hay que dejarle pasar. «Ésta es su zona, y tú le debes respeto», me explicaron en una ocasión que nos adentramos en este barrio.

Multitud de niños por las calles, las puertas de las casas semiabiertas con ancianas que te estudian. «Bajad las ventanillas, nos tienen que ver», ordenó mi amigo, que conducía un vehículo con matrícula obviamente de Nápoles.

Roberto Saviano conoce bien estas calles, conoce su lenguaje y ése es el motivo que le ha empujado a abandonarlas. Pero, por desgracia, el periodista podrá irse lejos y cuando vuelva la camorra le estará esperando, porque no olvida, como lo demostró recientemente con el asesinato de un hombre que hacía diez años que había denunciado la extorsión de la mafia.

El escritor y periodista lo sabe, conoce la historia de Peppino, conoce la historia de tantos asesinados, pero quiere que las aguas se calmen; lo mismo que busca la camorra, porque últimamente se está hablando «demasiado» de ellos. Decida lo que decida, Roberto Saviano tiene el apoyo del mundo de la política y de la mayor parte de los italianos, por lo que podrá gritar lo que él mismo escribió en la última línea de «Gomorra»: «¡Malditos bastardos, todavía estoy vivo!».

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