La crisis aplaza la reforma del eje Prado-Recoletos
La reforma del eje Prado-Recoletos, la «joya de la corona» del presente mandato, una de las obras más emblemáticas del Ayuntamiento de Madrid, que ha enfrentado a cara de perro a los Gobiernos municipal y autonómico, se aplaza. El motivo es la crisis económica, ... según explicó ayer el alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, que calificó este proyecto como «conveniente para la ciudad, pero no necesario».
La situación, recordó el alcalde, «es de crisis, y lo es para las familias, las instituciones y las empresas». Por eso, explicó que «algunas medidas que pretendíamos haber realizado en 2009 no podremos hacerlas todavía, y habrá que retrasarlas». Aunque ya se conocía la intención municipal de paralizar aquellas obras municipales que no hubieran sido iniciadas, nadie pensaba que eso afectaría a la estrella del programa popular: el eje Prado-Recoletos.
Nadie, salvo el alcalde: ayer concretaba que la obra no se abordará en 2009, «salvo en lo que se refiere a la rehabilitación de la plaza de Las Cortes», un compromiso que «sí estará en los presupuestos», porque, además, hay que llevarla a cabo «por razones colaterales de seguridad, que aconsejan no retrasar el proyecto».
Concretamente, lo que se va a hacer es rediseñar esta plaza, situada frente al Congreso de los Diputados, incrementando las aceras —hasta 14 metros en algunas zonas— y reduciendo los carriles para el tráfico.
«Recobrar el pulso financiero»
El resto de la reforma «tendrá que esperar». ¿Hasta cuando? «Hasta que Madrid recobre el pulso financiero», fue su respuesta. El alcalde justificó que, «a la hora de elegir dónde establecer los recortes, se ha seguido el criterio de mantener lo iniciado, como el proyecto Madrid Río, y todas las partidas cuya disminución pudieran perjudicar a los más débiles». Por eso, este proyecto y otros se paralizan porque «pueden esperar a otros ejercicios» para realizarse.
Durante años —desde que en 2002 todos los grupos políticos aprobaron el proyecto de Álvaro Siza, Hernández de León, Riaño, Rueda y Terán para este eje—, los diferentes gobiernos municipales de Madrid han tratado de llevarlo a la práctica, sin éxito hasta el momento.
Primero, hubo oposición del Gobierno regional —que presidía en aquellos días Alberto Ruiz-Gallardón—, que declaró Bien de Interés Cultural la zona, con lo cual todas las actuaciones debían contar con el preceptivo permiso de la Comunidad para llevarse adelante. Después, fueron los ecologistas quienes rechazaron el proyecto, con la baronesa Thyssen de su lado encadenada a un árbol, en defensa de los grandes ejemplares del paseo.
La última batalla se libró en los despachos: el Ejecutivo de Esperanza Aguirre se manifestó contra la reforma del Prado-Recoletos por sus repercusiones sobre el tráfico y resucitó la posibilidad de construir un túnel bajo el paseo. El enfrentamiento entre los líderes regional y municipal fue muy fuerte: la Comunidad, de hecho, aún no ha dado el permiso para el inicio de las obras, que el alcalde mantenía que comenzarían en enero de 2009.
Todo ha cambiado desde que ayer Ruiz-Gallardón señaló que la obra del Prado-Recoletos se demoraba porque era un ejemplo de proyectos «convenientes para la ciudad, pero que pueden ser aplazados en el tiempo porque no tienen un carácter estrictamente necesario».
«El proyecto más importante»
La crisis se ha llevado también las manifestaciones realizadas por el propio alcalde durante este mismo año: «No contemplo de ninguna de las formas que no se vaya a dar la autorización al Prado-Recoletos, porque está en nuestro programa electoral», señalaba el 14 de marzo, en plena polémica con la Comunidad por los permisos para iniciar los trabajos. Y el 25 de febrero, en entrevista publicada en ABC, calificaba este proyecto como «el más importante» del mandato.
Tan importante, que hizo todo lo posible por conseguir —y lo logró— el apoyo unánime del pleno al plan Prado-Recoletos. El Consistorio en bloque reivindicó entonces su «soberanía» para elegir el modelo de ciudad que querían. Ahora, esa soberanía ha quedado en el dique seco por motivos económicos, a la espera de mejores tiempos para la lírica.
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