Aldecoa se pasa a la novela romántica con «Hermanas»
La salud le ha vuelto la espalda a Josefina Aldecoa (La Robla, León, 1926). No obstante, publica una nueva novela - la décima de su currículo-, «Hermanas» (Alfaguara), escrita cuando tenía 80 años. Con ella, esta autora, amante de las palabras y amiga de las emociones, ... ve cumplido un sueño: escribir una novela romántica. Le queda otro: una novela policíaca, algo que sólo el paso de la vida dirá si logra o no, porque el caso es que aunque esté enferma, no ha abandonado el rigor, día a día, de la escritura.
De momento, en «Hermanas», no se cumple el temor que latía en Josefina al alejarse de los títulos que le han granjeado lectores -«Los niños de la guerra», «Historia de una maestra», «Lo niños de la guerra», «La enredadera», «Mujeres de negro»...- y a quienes les dolíadecepcionar. Su estilo sigue siendo directo y sencillo, pero no simple. ¿Por qué el deseo de un cambio? La decisión surgió en su mente durante una temporada en la que sus lecturas no siguieron la estela de la alta literatura, en especial la inglesa y la norteamericana que le apasionan. Recurrió a obras de corte más modesto. Confesó que había disfrutado mucho a la vez que algo le quedó claro: quienes escribían esos libros no debían sufrir, sino pasárselo muy bien. Quiso probar y elegió una historia de amor. Así nació «Hermanas», con el telón de fondo, aunque no cite su nombre, de Santander, una ciudad tan querida. En cuanto a los personajes, pertenecen a una casta social en la que las apariencias constituyen el centro de la existencia.
Desde Clara de Arzaga y Ramírez de Albia, madre de Isabel y Ana -éstas protagonistas sí son muy diferentes a la hora de afrontar sus vidas-, una tía casamentera; un primo hermano que jugará un papel importante entre unas y otras, además, ¡ay!, de confundir amor y amistad, dejando así que sea Isabel la única que huye de un mundo cerrado y velado. Podría decirse que Aldecoa no ha llevado su «rebelión» más allá de lo puramente lúdico. El estilo al que tiene acostumbrados a sus lectores permanece intacto.
Josefina, en su entusiasmo no exento de rigor, ideó para su novela tres finales.Uno, con el clásico «happy end», que suele acompañar a las historias que cantan al amor; un segundo, con el desastre que en demasiadas ocasiones pone el punto y aparte a un enamoramiento que se creía eterno, y un tercero, que resultó más de su gusto y que no es otro que dejar la puerta abierta para que la imaginación del lector pueda correr por vericuetos vacilantes.
Josefina Aldecoa pertenece a la llamada «generación de los cincuenta», que comparte con Carmen Martín Gaite, Rafael Sánchez Ferlosio, Jesús Fernández Santos y con su marido Ignacio Aldecoa, que falleció en 1969, un hecho luctuoso que la mantuvo alejada de la literatura durante 10 años. En 1981 publicó su edición crítica de una selección de cuentos de Ignacio. Ya no abandonó la creación literaria, ya fuese con la memoria de los niños y las mujeres que vivieron la guerra civil o frente a la bahía santanderina. La belleza convive con la férrea disciplina que se impone la excritora.
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