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Joe contra el robot

En la séptima temporada de «El ala oeste» hay un episodio en el que Leo McGarry, el candidato a vicepresidente demócrata, tiene que enfrentarse al debate con su oponente republicano. Leo deja creer a su equipo que se encamina hacia el desastre, pero al final sorprende a todos. Claro que Sarah Palin no es comparable a ningún personaje de «El ala oeste», donde hasta las secretarias parecen más capacitadas para ocupar el Despacho Oval, pero sí es verdad que parecía encaminarse al desastre. Las expectativas puestas en ella eran (son) tan bajas que su actuación sin grandes ridículos se considera un pequeño triunfo, una sorpresa. Prueba superada.

Pese su evidente inferioridad. Pese a blandir el argumentario republicano sin importarle demasiado qué le estuviera preguntando Gwen Ifill. Pese a sus gansadas. La mala impresión de la sonrisa gato de Chesire de Joe Biden dirigida a la gobernadora de Alaska era mitigada por el absurdo movimiento de la mano derecha de Palin. De vez en cuando la levantaba como si estuviera saludando a alguien. El colmo del palinismo llegó cuando guiñó un ojo (¿le habrían dicho en los ensayos en el jardín de McCain que no se debe guiñar un ojo en un debate entre candidatos a vicepresidente?).

Tan adorable como tonta del bote, Palin pronunciaba nucular (por nuclear) u Obiden por Biden, se alegraba de la bendición que representa ser americano (la expresión más repetida), cargaba contra la corrupción, los abusos y la avaricia de Washington (dijo que si McCain muere, eliminaría la avaricia y la corrupción de la capital) y se afianzaba en su vena belenestebanista (alardear de ser una «hockey mom» es lo mismo que alardear de ser del pueblo).

La lección se la tenía muy bien aprendida. Y ese era el problema, que se le notaba el carrete y la inseguridad al cantar los temas. Demasiado mecánica. Era como las Fembots de «El hombre de los seis millones de dólares», «La mujer biónica» y «Austin Powers». Los Fembots son robots con forma femenina que hablan raro y llevan tacones.

A la parte emotiva del final (por las dos partes) sucedió la invasión del estrado por las dos familias. Aquello era como cuando dan el Emmy a la mejor serie y allí que se sube hasta el apuntador. Por supuesto que estaba el hijo pequeño de Sarah Palin. Dormido (eran las diez y media de la noche). Sarah Palin también tiene su parte Angelina Jolie. Y para la ocasión ha aprendido una palabra nueva: Darfur.

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