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Triste amado

Ópera
Nin-Culmell: «La Celestina». Int.: A. Berri, A. Damas, Gl. Londoño, J.
García-Quijada, A. del Pino, C. Barca, S. Cardoso, B. Elvira, Coro del Teatro de la Zarzuela, Orcam. Dir. escena: I. García. Dir. musical: M. Ortega. Lugar: Teatro de la Zarzuela. Fecha: 19-IX
ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE
En otro tiempo, quizá en otro lugar, el estreno de «La Celestina» habría sido un acontecimiento comentado y difundido hasta la saciedad. No aquí y ahora donde la cantidad impide ver los árboles. La abundacia de conciertos, la variedad de los escenarios, el generoso número de teatros y representaciones, la buena calidad general ha terminado por convertir lo extraordinario en un hecho corriente. El compositor Joaquín Nin-Culmell estaría encantado de verlo. Él conoció otras épocas: el entusiasmo del París de principios del XX al que acudían los españoles para confirmar sus saberes musicales, el círculo de Falla y su conciencia de españolidad profunda, ajena al tópico e interesada por esa cultura de fondo que es la que dibuja la personalidad y pervive en el tiempo al margen de las modas. También la miseria de la lejanía al lado de una añoranza que él siempre llevó con optimismo, y que cicatrizó una vuelta sólo posible gracias a su longevidad. Nin-Culmell murió con 95 años, hace cuatro, feliz del retorno y siempre esperando el estreno de su vieja «Celestina».
La Fundación Ana María Iriarte ha conseguido la reparación. La ópera («tragicomedia musical») se ha estrenado en el Teatro de la Zarzuela y se difunde en internet (www.celestinaopera.com). Es aquí donde se pueden conocer sus pormenores, aunque sea necesario ir al teatro para «sentirla» en toda su extensión. Gustará está evocación de un tiempo oscuro que el director de escena, Ignacio García, ha dibujado con cierto sentido realista; sorprenderá una música que insiste en figuraciones, motivos musicales y progresiones; esa orquesta de recoleta riqueza en la que el timbre y el significado buscan un encuentro y a la que da forma con meticulosidad el director Miquel Ortega; se aplaudirá un reparto que pone voluntad y supera las faltas con entusiasmo; se degustará, definitivamente, la concentración del mensaje: el retrato oprimido de una España que fue y que reposa aletargada en el fondo de unas conciencias capaces de olvidar, recreándose en la satisfacción de lo circunstancial y lo inmediato. Por algo se siente la muerte del triste amado.