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Sí, confiamos en la economía americana

Lehman Brothers se declaró ayer en quiebra. El debate en Washington ha sido intenso y, llegado el momento, el Secretario del Tesoro, Hank Paulson, ha considerado que el Estado no debía intervenir en el libre mercado. Ha sido una decisión valiente, en plena campaña electoral. Ahora, más que nunca, la política económica tendrá que estar muy vigilante para mantener la confianza en el sistema y, en particular, en el sistema financiero, muy relevante para el resto de la economía.

En EE.UU. son conscientes de que cuando hay dificultades, las empresas pueden quebrar. Al mismo tiempo, como estamos viendo, hay otras dispuestas a comprar e invertir. Si bien nadie tiene la capacidad de prever cuándo llegará a su fin la crisis financiera, no podemos olvidar que durante las últimas décadas la economía americana ha reaccionado cada vez mejor a los diversos choques, gracias a la mayor flexibilidad en el movimiento de capitales y trabajadores, su alto nivel de innovación y de productividad. Esta flexibilidad ha sido fuente de bonanza, de creación de empleo, de extraordinario dinamismo de sus empresas y de oportunidades de inversión. También para las empresas españolas.

Así las cosas, los últimos datos parecen indicar que la economía americana es más resistente que lo que algunos analistas quieren hacer ver: el dato de crecimiento del PIB del último trimestre ha sido del 3,3%.

Y a nivel mundial los mercados emergentes están aguantando la caída de la actividad del mundo desarrollado. Aunque no sabemos hasta cuándo serán capaces de hacerlo, habrán jugado hasta entonces un papel estabilizador clave en la economía mundial. Las tasas de crecimiento en los gigantes asiáticos serán menores que el año anterior, pero siguen siendo muy altas en comparación con el mundo desarrollado. Lo mismo ocurre con los países del Golfo y con Iberoamérica.

Además, los precios de las materias primas están bajando, sobre todo el del petróleo, lo que supondrá un gran alivio en las presiones inflacionistas. A los bancos centrales les corresponderá vigilar que la inflación no se convierta en deflación, y reaccionar con las políticas de tipos de interés.

Mientras tanto, ¿qué pasa en Europa? La CE ha reducido sus previsiones de crecimiento en 2008 para la zona euro, del 1,7% al 1,3%. El problema es que Europa carece de la flexibilidad americana y nuestros gobiernos siguen sin hacer sus deberes en esta materia.

El caso de la economía española es más inquietante aún si cabe. La CE ha rebajado su previsión de crecimiento en ocho décimas, hasta dejarla en el 1,4% en 2008. En España contamos con un sector financiero fuerte, gracias a la competencia, a la diversificación y a una regulación prudencial. Pero el endeudamiento de la economía española con respecto al resto del mundo, que en términos de balanza por cuenta corriente alcanza ya el 11% del PIB, hace que nuestro país se encuentre en una posición de especial debilidad ante la crisis financiera internacional. En estos momentos de restricción crediticia, de aumento del desempleo, de elevada inflación, de incremento del diferencial de riesgo país, no podemos equivocarnos. Y frente a decisiones demagógicas, el Gobierno tiene que apostar por la austeridad en la política presupuestaria, la unidad de mercado y mayor competencia en sectores estratégicos.

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