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El resentimiento español

Coincido con Fernando Iwasaki en el hotel Incosol de Marbella, sede de un foro de verano en cuya organización participa ABC, y departo con él sobre las posibilidades de los candidatos presidenciales americanos. Inevitablemente, la irradiación mediática de Obama, muy superior a la de McCain, ... lo erige en favorito ante los ojos de Europa; pero McCain cuenta con bazas biográficas que lo convierten, ante los ojos de sus paisanos, en un candidato óptimo: es un héroe de guerra, un patriota que soportó durante años las torturas del Vietcong sin cambiar de bandera; y es un hombre que ha logrado hacerse millonario, partiendo de una posición económica nada rumbosa. Aquí Iwasaki introduce una apostilla sarcástica: «Un político que hubiera logrado hacerse millonario carecería de futuro en España: de inmediato, pensaríamos que ha juntado su dinero robándoselo a los demás, o dando un pelotazo». La observación de Iwasaki me incita a reflexionar sobre la naturaleza del resentimiento, esa enfermedad atávica de los españoles que, en épocas de penuria, ha sido la coartada de episodios de sangre e ignominia; y que, paradójicamente, se mantiene pujante en épocas de bonanza como la actual, infectando con sus gérmenes el aire que respiramos.

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