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Ministra entera y sin oposición

ÁNGEL COLLADO

MADRID. Agosto, viernes por la tarde y una comisión del Congreso, la de Fomento, reunida para tratar una cuestión de plena actualidad. Un suceso extraordinario si al dato se le añade que la oposición se limitó a preguntar sin molestarse en el acoso y el reproche pese a que la ministra del ramo, Magdalena Álvarez, se explicó a su manera -poco y mal- y que el único portavoz que se saltó el guión del trámite amable de la sesión fue el socialista, Salvador de la Encina, para meterse con el PP en particular y con los que preguntaban en general. Oposición de la oposición aunque todos los grupos han hecho expresa renuncia a utilizar la tragedia para desgastar al Gobierno.

Rajoy ya había dicho que el Partido Popular no iba a pagar al PSOE con la misma moneda -por el accidente del Yak-42- y su portavoz en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, siguió la consigna al pie de la letra. Se limitó a pedir aclaraciones sobre algunas circunstancias del suceso y solicitar que se acepte su propuesta de crear una subcomisión de seguridad aérea en el Congreso, petición rechazada en dos ocasiones por los socialistas en la pasada legislatura.

«No es legítimo utilizar el dolor de nadie, acosar al Gobierno con esta tragedia nos alejaría de nuestro objetivo de conocer la verdad», dijo Sáenz de Santamaría, además de sostener que tampoco era el momento de imputar responsabilidades a nadie porque se desconocen las causas del accidente. Los portavoces nacionalistas catalanes y vascos tomaron el mismo camino y entre los grupos menores sólo Gaspar Llamazares hizo una crítica general sobre los sistemas de seguridad aérea: «El sector se ha convertido en un elefante y el regulador en un ratón».

De la Encina dio la nota. En su afán por elogiar a la ministra, al Gobierno y a Zapatero por su «transparencia» y« celeridad» en acudir a la Cámara, se desvió a sostener que en los accidentes de la etapa del PP no ocurría lo mismo y concluyó que las preguntas de la oposición eran una forma de «sembrar dudas».

Ni la protagonista de la sesión, Magdalena Álvarez, se había metido con nadie pese a su fama. Se la entendió peor que otras veces -adujo que tenía mal la voz- y se lió con los datos, las palabras que no termina de pronunciar y los papeles que no encontraba. Cambiaba las cifras del número de inspectores, el propio concepto de la naturaleza administrativa y funciones de quienes se dedican a vigilar la seguridad de los aviones, dio tres nombres distintos al responsable máximo del plan de emergencia en Barajas y aclaró que el comandante de una aeronave «representa a todos los gobiernos y a la compañía en el avión». Además, dejó bien claro que había aspectos que no iba a contar porque no podía y otros porque los desconocía.

Ni rota «ni partía»

La ministra se extendió sin embargo en describir puntos sobre los que nadie le preguntaba -«Barajas es muy grande y tiene muchas zonas aledañas»- y pese a que los propios portavoces hacían señas para negar que hubieran preguntado por ese tipo de cuestiones, a la ministra le daba igual, ella seguía. Pero los portavoces parecieron conformarse con las escasas explicaciones de la ministra, que terminó por agradecer tanta amabilidad. Anochecía, era viernes y muy entera -«ni rota ni partía»-, dejó el Congreso encantada.

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