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La catástrofe, desde la terraza

Desde la terraza de Iliana se ve perfectamente todo el aeropuerto de Barajas. «Es como una segunda torre de control», asegura esta vecina del barrio del aeropuerto. Sentada en el sofá, puede ver no sólo los despegues y aterrizajes, sino movimiento de camiones cisterna, actuaciones de los bomberos, intervenciones policiales... Y, por supuesto, los efectos del trágico accidente de Barajas. Es, como otros muchos vecinos del barrio, un punto de vista privilegiado. Isabel asegura que ella vio la caída del avión de Spanair, «aunque no pude reaccionar para grabarlo o tomar fotografías». Fernando explica que, en un primer momento, se asustó por la columna de humo, pero pensaba «que era un incendio en el campo». Para Manuel, se trataba de un «accidente en la autopista». «Muy grave», asegura, «pero sólo un accidente».

Son sólo cuatro casos de las decenas de vecinos que durante estos días no comentan otra cosa entre ellos, aunque les cuesta hablar de un lugar tan cercano en el que han muerto 153 personas.

Un asunto tabú

Su privilegiada situación frente al aeródromo les ha convertido en lo que nunca quisieron ser: testigos de una tragedia de pesadilla que ha sobrecogido a toda España. «Todas las terrazas estaban llenas de gente», explica Inés. «Pero ahora ya nadie quiere hablar del tema», argumenta esta vecina. «Se ha convertido en un asunto tabú, como si quisiéramos olvidar de un plumazo que ahí al lado han muerto 153 personas».

Los vecinos de Barajas se debaten entre los deseos de explicar cómo vivieron esos momentos y un deseo implícito de que su barrio no reciba el sambenito de «cementerio» aéreo.

En principio, la mayoría no pensaba que lo que ardía era precisamente un avión incendiado.

«Desde aquí se ven muchos incendios», aseguran Manuel y su esposa. Su vivienda se encuentra en una especie de alto desde el que se divisa buena parte de la cuenca del Jarama, el río que pasa cerca de Barajas. «Lo último que se te pasa por la cabeza es que se haya caído un avión». Para ellos, lo que en un principio ocurría era un incendio de pastos en las cercanías del aeropuerto. No era la única versión: Ángel intuía que el «intenso humo que salía» sólo podría ser de gasolina y, por tanto, «de algún accidente en la autovía» que pasa al lado de las pistas.

Pero fue la caravana de ambulancias que pasaba por delante de sus casas, en la autovía M-14, la que les puso en alerta. «Esto me huele mal», llegó a decir Manuel a su mujer. «Aquí ha pasado algo gordo». Y, en efecto, así fue. Por eso fueron de los primeros en avisar a los servicios de emergencias.

«Expertos» en aviones

La sensación de que pueden aportar un granito de arena ante cualquier catástrofe aérea siempre ha estado en la mente de estos vecinos que tienen al aeropuerto como su punto de referencia. «Si nosotros no llamamos los primeros ante algo así, ¿quién lo va a hacer?», se pregunta Isabel.

Vivir al lado del aeropuerto ha convertido a muchos de estos vecinos en verdaderos expertos en su funcionamiento. «Ahora, con la T4, no vemos tanto», explican un grupo de septuagenarios sentados en un banco de un parque desde el que se puede ver el aeródromo. «Pero antes, nos dedicábamos a adivinar de dónde procedían los vuelos».

A estos vecinos, más que los ruidos que puedan realizar los aviones, lo realmente molesto son todas las operaciones que conlleva el aeropuerto: desde los pisos más cercanos a la T1, la T2 y la T3 se percibe a la perfección el olor a queroseno. «Te acostumbras, pero no gusta», explica uno de los vecinos.

Las noches, más molestas

Las noches son más molestas si cabe que los días «porque son muchos los camiones que pasan por aquí con cargas que llegan en los aviones de mercancías» y, al parecer, el ruido se acentúa a medianoche en una carretera que sufre numerosos atascos en épocas de alta actividad, como el inicio de las vacaciones. «Sólo tenemos la M-14 para acceder a Madrid», asegura Teresa, «o bien callejear por todo el barrio». Y en días muy concretos, tienen que salir a trabajar con mucha antelación para evitar atascos.

La única ventaja que encuentran a este barrio es que una buena mayoría de vecinos trabajan o dependen de negocios relacionados con el aeropuerto. «Si no, ya nos habríamos ido a otros lugares más tranquilos de Madrid», aseguran.

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