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«Que se sepa la verdad, que el avión estaba roto»

La mayoría de los familiares que acudieron ayer al aeropuerto de Barajas tras el accidente del vuelo JK5022 de Spanair han abandonado la terminal llorando y protagonizando escenas de tensión. Algunos, concretamente dos hombres y dos mujeres, han pedido a gritos a los medios de comunicación «que se sepa la verdad, que el avión estaba roto».

Uno de los hombres que ha hecho esta petición ha esperado durante cinco horas en el aeropuerto junto a su mujer y sus tres hijas para tener noticias de su cuñado, que viajaba en el avión siniestrado. Finalmente ha sabido que estaba herido muy grave y se ha dirigido rápidamente al hospital, mientras aseguraba que el trato que han recibido «es una vergüenza». Otro de los familiares ha criticado que «sólo se saque una lista con los vivos y muertos sin que haya un responsable político» presente.

Por otra parte, los centenares de pasajeros de Spanair que se encontraban la Terminal 2, a la espera de alguna noticia sobre sus vuelos afrontaban lo que les esperaba con paciencia y, sobre todo, algún tranquilizante para sobrellevarlo mejor.

El sonido de los teléfonos móviles era incesante en la T2, donde se encuentran los puntos de facturación de Spanair. «No, todavía no ha salido mi vuelo», explicaba Miriam a su madre. Ella también se dirigía a las Islas Canarias, aunque su vuelo tenía previsto el despegue a media tarde. Pero, al final, se retrasó, como otras decenas de vuelos que tenían programado viaje.

Sorpresa al llegar a Barajas

Carlos y Alcelay llegaban desde Zamora y se dirigían a Londres. Habían llegado a Madrid en autobús y «pensábamos que 16 estaciones en el Metro eran demasiadas» para llegar a Barajas, afirmaban. «Esto sí que es una larga, calurosa e incómoda espera», decían. Lo primero que hicieron nada más enterarse de la noticia frente a los mostradores de facturación fue llamar a sus familias para tranquilizarles.

Pero fue la farmacia que se encuentra en esta terminal la que realmente se convirtió en un punto de encuentro sanitario para muchos viajeros. Allí, pedían algún tipo de medicamento que aliviara la tensión que acumulaban. La propietaria del establecimiento, María Jesús, nunca había visto una situación así. «Hemos tenido que asistir a algunos viajeros por crisis de ansiedad», explicaba esta farmacéutica.

También los propietarios de bares y restaurantes del aeropuerto arrimaron el hombro para que el miedo entre los pasajeros no se convirtiera en un caos generalizado. Las tilas eran el producto más solicitado. «Hemos llegado a plantearnos repartirlas de manera gratuita, porque había demasiada tensión en el ambiente», explicaba Jesús, un camarero.

Mientras tanto, los pasajeros de Spanair seguían a la espera de alguna noticia, y sin saber realmente qué hacer: «¿Te vas a atrever a meterte en el avión ahora?», le preguntaba Carmen a Estefanía, una joven a la que había conocido en las colas de espera frente al mostrador de la aerolínea. Todo el mundo se hacía esta misma pregunta. Y, sorprendentemente, la mayoría estaba dispuesta a subirse a su avión «y llegar a casa cuanto antes», afirmaban Manuel y Teresa.

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