El fuego ante su mes crucial
El coordinador de bomberos Benito Serrano explica cómo las lluvias de mayo aunque supusieron un alivio al principio de verano están produciendo un factor de riesgo añadido en agosto, mes crítico en cuanto a la lucha contra los incendios forestales y que este año puede ... ser más traicionero que nunca.
Los pastos que crecieron rápidamente con esas lluvias están ahora secos por lo que se han convertido en un peligroso «material de combustible» para la propagación de un incendio. Ante ello, la única receta es «vigilancia y trabajo continuo».
Y es que el dispositivo de la Conselleria de Gobernación para este cometido cuenta con 329 rutas de vigilancia que recorren los 22 medios aéreos -13 aviones y 9 helicópteros- y los más de 12.000 efectivos del plan, que conforman un total de 74 brigadas rurales de emergencia (BRE) y 47 autobombas forestales. Ayer la brigada del puesto de vigilancia de la localidad valenciana de Olocau «abrió» sus puertas a los periodistas. «Estamos en estado de alerta ante cualquier conato de incendio» en un paraje que abarca principalmente la Sierra de la Calderona.
Por ahora apenas hay que lamentar tres hectáreas calcinadas en el incendio de esta semana en la localidad alicantina de Llíber. «Pese a que este mes de agosto pueda tener, a priori, condiciones más favorables por aquellas lluvias de mayo, la última ola de calor y las altas temperaturas nos hacen pensar que lo peor está por venir», subraya Serrano.
Niveles de alerta
Las brigadas rurales de emergencia trabajan las 24 horas al día en diferentes turnos. Tienen una casa en el puesto de vigilancia donde también entrenan dependiendo del nivel de alerta. Las tareas difieren en función del mismo. Los días en los que se establece el nivel 3 de alerta -riesgo extremo de incendios-, estos efectivos comienzan su jornada revisando sus equipos y herramientas, realizan un entrenamiento físico y calentamiento, y efectúan labores de vigilancia.
Con nivel 2 -riesgo alto-, se realizan trabajos compatibles con la vigilancia, además del mantenimiento de los equipos. Y con nivel 1 de preemergencia -riesgo bajo o medio de incendios- realizan prácticas y rutas de vigilancia. Éste último era el nivel establecido ayer: «Hoy toca salir al monte y realizar las rutas de vigilancia».
El conseller de Gobernación, Serafín Castellano, quiso comprobar ayer -a pie de campo- el estado de la «tropa» en el punto de vigilancia de Olocau. Desde allí aprovechó para hacer un llamamiento a la prudencia en el monte y destacó la labor que realizan las brigadas rurales de emergencia de la Generalitat Valenciana: «Son una pieza clave y un instrumento fundamental para evitar los incendios o en caso de producirse, para que éstos tengan el menor impacto posible».
Así es, desde que se observa un incendio hasta que un medio aéreo se desplaza a la zona -al lado de cada posta de vigilancia hay una piscina para bastecerse- apenas pasan segundos. «Rápidamente, a través del denominado despacho automático, movilizamos a dos brigadas y un medio aéreo que se personan en el área afectada y hacen una primera valoración de la magnitud del fuego», comenta el coordinador de bomberos.
«La paradoja del fuego»
El año pasado, el mes de agosto ya fue traicionero. Pese haber sido un verano «llevadero», la campaña de incendios se torció con el fuego que asoló la comarca castellonense de Alcalatén con más de 5.500 hectáreas quemadas.
Todo esto es «la paradoja del fuego», vuelve a explicar Benito Serrano quien explica que con la acumulación de biomasa, en caso de que haya algún incendio, éste golpeará con mayor virulencia. «Estamos en guardia».
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